Si buscamos equipos de excelencia, tendremos que construir equipos más humanos
Las emociones son respuestas naturales - y a veces muy sabias - a estímulos externos o percepciones del mundo interno que se manifiestan en todas las personas, en todos los países y en todas las culturas.
Podemos decir que el lenguaje emocional, es nuestra lengua madre, porque mucho antes de saber hablar y articular palabras, los seres humanos aprendimos a guiarnos por nuestras emociones y reconocer también, las emociones de otros.
Cuando nos remontamos al tiempo en el que éramos "cazadores o recolectores", teníamos que saber si el jefe de nuestra tribu estaba molesto o si nuestra pareja o “socio” estaba particularmente extraño por alguna razón . ¿Por qué? Porque antes (tanto como ahora) nuestra capacidad de adaptarnos y sobrevivir descansaba sobre nuestra capacidad de emocionarnos y entender el emocionar de quienes nos rodeaban.
Hoy, algunos de miles de años después conectar con nuestra emocionalidad y despertar el poder transformador que tiene, sigue siendo urgente. Más allá de las palabras, el código y el contexto comunicacional, en la profundidad hay un "idioma emocional" que debemos ser capaces de entender para navegar con éxito nuestras relaciones en casa y el trabajo.
En el contexto laboral, nuestra habilidad para reconocer, entender y gestionar nuestra emocionalidad puede hacer la diferencia entre la carrera que soñamos o su lamentable opuesto.
Al ser parte de un equipo, trabajamos con personas que tienen metas comunes, y que están dispuestas a trabajar juntas para conseguirlas. Y antes de los resultados, o las acciones para llegar a ellos... están las personas. Observadores individuales de la realidad, cada uno con una mirada única dada por su biografía, ambiente y sobre todo por las relaciones con las que construye su forma de ser equipo.
Patrick Lencionini, en su libro “Las cinco disfunciones de un equipo”, propone una pirámide de 5 escalones por la que los equipos deben atravesar para lograr resultados de excelencia. En la base de esta estructura se encuentra la "Confianza", ya que si no confío en ti, no podré decir lo que pienso, siento o necesito. Si no existe un ambiente emocional de seguridad y confianza no existirá el segundo escalón “Conflicto productivo” que permite un libre intercambio de ideas donde las mejores “ganen”. Por temor al conflicto muchas ideas brillantes, útiles o necesarias para la organización se esconderán, mermando la capacidad de innovación que los distintos talentos del equipo tienen para ofrecer.
Según la pirámide propuesta por el autor norteamericano, al haber “conflicto productivo“ aparece el “compromiso” y con él la “responsabilidad” que lleva a las personas a trabajar con “orientación al detalle”. Atravesar con éxito estas 5 etapas permitirían a la organización alcanzar resultados de excelencia y prosperar.
¿Y cuál es el rol de la emoción en todo esto?
La base de esta pirámide es la confianza. Y no hablamos de una confianza intelectual, hablamos del ambiente emocional que nos permite interactuar como auténticos seres humanos; creativos, apasionados y una constante búsqueda de mejora.
La promesa que nos entrega el habitar equipos emocionalmente saludables es generar relaciones llenas de honestidad, ganas de construir y en donde cada uno sienta la libertad de ser quien es.
Para esto los miembros de un equipo (líderes sobre todo) tendrán que ser capaces de mostrarse como son, con luces y sombras, con enojos, desaciertos e inseguridades y ser aceptados y aceptar a otros de esa manera.
Podemos decir que el lenguaje emocional, es nuestra lengua madre, porque mucho antes de saber hablar y articular palabras, los seres humanos aprendimos a guiarnos por nuestras emociones y reconocer también, las emociones de otros.
